George Bernard Shaw by G. K. Chesterton

George Bernard Shaw by G. K. Chesterton

autor:G. K. Chesterton [Chesterton, G. K.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1909-01-01T05:00:00+00:00


EL FILÓSOFO

YO diría que César y Cleopatra marca el punto crítico de la fortuna y la fama de Bernard Shaw. Hasta entonces había conocido la gloria, pero nunca el éxito. Se le había admirado como a algo brillante y estéril, como a un meteoro; pero nadie le aceptaba como un sol, pues la prueba de que se es sol es hacer crecer algo. Prácticamente hablando, las dos cualidades de una comedia moderna son: que guste y que produzca. Se había demostrado hasta la saciedad en grandes críticas teatrales, en minuciosos informes al lector, que las comedias de Shaw no podrían nunca gustar ni producir; que el público no quería las ingeniosidades ni las luchas del intelecto. Y precisamente cuando esto había quedado definitivamente demostrado, las comedias de Bernard Shaw prometían gustar como La tía de Carlos y producir como la mostaza Colman. Esta es una realidad de la que todos podemos regocijarnos, no sólo porque rescata la reputación de Bernard Shaw, sino también el carácter del pueblo inglés. Las cosas más audaces de la naturaleza, el franco desafío, la agudeza inesperada y la airada convicción, no son tan impopulares como acostumbran a decirnos los editores y directores sentados en sus automóviles. Pero precisamente porque hemos llegado a un punto decisivo en la carrera del hombre, me propongo interrumpir la simple catalogación de sus comedias y considerar más bien su última serie como los anuncios de un reconocido profeta. Pues las últimas comedias, especialmente Hombre y Superhombre, son de tal naturaleza, que es preciso volver a exponer toda la situación de Shaw, antes de decidirse a atacarlas seriamente.

Por dos razones no he agrupado esta serie final de comedias bajo el título de «El dramaturgo», sino bajo el nombre general de «El filósofo». La primera es la que ya dejo expuesta, de que hemos llegado al momento de su triunfo y, por tanto, podemos considerar que ha adquirido la completa posesión de un púlpito propio. Pero existe una segunda razón: que precisamente por esta época comenzó a crear, no ya un púlpito propio, sino una iglesia y un credo de su propiedad. Es una religión muy vasta y muy universal, y no es culpa suya que sea él el único miembro de ella. La manera más sencilla de expresar esto es la siguiente: que aquí, en la hora de su victoria terrenal, muere en él el antiguo negador puro, el simple dinamitero de la crítica. En todo el apogeo de su popularidad comienza a querer expresar su fe de una manera positiva; a ofrecer una clave sólida para toda creación. Quizá lo irónico de la situación sea esto: que las multitudes le aclaman como bufón agostador e hipercrítico, mientras él se burla seriamente de su poder sintético y, con rostro grave, se dice a sí mismo que es hora ya de tener una fe que predicar. Su éxito final como charlatán coincide con sus primeros grandes fracasos como teólogo.

Por esta razón he hecho alto deliberadamente en su carrera teatral, para examinar estos



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